11 de abril de 2006
Quedaban hojas sin manchar
y quedan todas las acústicas imposibles
por redimirse en las aceras
ante la contemplación ciega
de las ausencias consentidas.
Recuerdo cómo seducían
los esfuerzos desperdiciados,
cómo administraban la sangre necesaria
hasta llegar a la consumación
y sacrificar entonces los deseos
e incluso colmar de palidez
la ardiente realidad inventada
hasta sumergir en cuencos de lodo
el dolor por la ausencia de dolor.
Continúa lavando el recuerdo
un deterioro que no termina
y que siembra en el remordimiento
la anchura insondable de la obstinación.
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