28 de abril de 2006
Por las huellas erradas
que rompen la conciencia
sin acabarse nunca
y por los guiños a las promesas
que indagan en la consideración
de las frases inconexas,
se suele perdonar la identidad
y la moral de la huida
se acostumbra.
Para ser agua clara,
pereza en el sosiego,
habrá que olvidar el tiempo
del grito y del lamento,
conformarse en el orden
y volver a escapar.
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