26 de septiembre de 2006
Se puede hacer un testimonio
con los distintos nombres de la noche,
un cuerpo de labios consumidos
entre los que confirmar un hecho
o una confusión señalar,
y todo para contemplar de una vez
la llanura que nos rodea,
para aniquilar la candidez de los descansos
en esa hora confiada
en la que proponer un abrazo
enmudece la seriedad de los rostros
y oculta el artificio
de los gestos incoloros.
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