25 de julio de 2006












Lo alarmante en tiempos como estos
es escuchar y aprender
los ejemplos de la razón
y el descaro de los heridos.
Para no ser humillado,
el temprano agujero de la memoria
crece y se reproduce
con el egoísmo propio
y con los achaques de lo inmoral,
ahora padres vendiéndose
al rumor de la desconfianza.
Es demasiado peso para un sentido
inutilizado por la culpa.
Enfrentado a su necesidad,
un hombre solo
desoye las palabras pasajeras
que adornan su boca,
se detiene y abraza lo más leve.
Para no ceder a su voluntad
permite temblores en su prudencia
y vacíos en su esperanza,
porque finalmente,
la conciencia dice
cuando no habla.

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