1 de noviembre de 2005


No hemos prometido nada. Pasamos. Somos un descanso de ilusión, un pedazo de voluntad vencida. Nacemos en el mismo ritual que los deseos abandonados, con la misma sucesión de identidades sin retorno. A veces, en los ojos, aparecen rastros de misterio, solicitudes sin miedo. Es entonces cuando veo pasar los telegramas del grito atravesando el horizonte de los exilios. No somos más. Todo está en las aceras y aún nos queda la sangre.


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