27 de julio de 2006
















Esta costumbre de respirar
que a menudo me despierta
en mitad de la noche extraviada,
este desconsuelo huraño
del que participo incansablemente
sin sospechar siquiera
si destino cuerdo o urgente
me espera en los atardeceres
de la contemplación vencida,
me sujeta a la tierra
con incoherentes expresiones
que ultrajan la voluntad
y magnifican la pérdida.


Creí no formar parte
de semejante desgarro
y me descubrí señalando
un horizonte sin deslumbramiento.

26 de julio de 2006

25 de julio de 2006












Lo alarmante en tiempos como estos
es escuchar y aprender
los ejemplos de la razón
y el descaro de los heridos.
Para no ser humillado,
el temprano agujero de la memoria
crece y se reproduce
con el egoísmo propio
y con los achaques de lo inmoral,
ahora padres vendiéndose
al rumor de la desconfianza.
Es demasiado peso para un sentido
inutilizado por la culpa.
Enfrentado a su necesidad,
un hombre solo
desoye las palabras pasajeras
que adornan su boca,
se detiene y abraza lo más leve.
Para no ceder a su voluntad
permite temblores en su prudencia
y vacíos en su esperanza,
porque finalmente,
la conciencia dice
cuando no habla.

20 de julio de 2006





















Miraba sin mirar
y presentía la lluvia
antes de aperecer.
Después, el agua empapaba,
cubría los tejados
con un denso silencio
y debajo, alguien
sacaba los abrigos
y con sábanas cubría
los muebles ya húmedos.
De pie, permanecíamos
contemplando como el aire
se agotaba alrededor.
Había miradas sin intención
perdiéndose, interminable
escasez de conciencia.
Cada vez que llovía
se repetían las mismas escenas,
uno caminaba sin querer
a su lugar dentro de la casa,
era todo cuanto había que hacer.
Luego, esperar a que los charcos
dibujaran formas sin contorno.
Nada hacía suponer
que llegaría un momento
sin ese orden,
que las paredes desconcharían
su firmeza acogedora,
que los rostros irían ocultándose
en recuerdos indiferentes,
que ya no iba a llover
o si llovía
poco iba a importar.

18 de julio de 2006
















Lástima de los objetos
que tan pronto se acostumbran
a permanecer escondidos
en ese paisaje inerte
de las liturgias torpes
y los adornos fracasados.
Enrarecidos por lo cotidiano,
espantados por las proclamas
y ocultados por la cotemplación
de su silueta indiferente.
Lejos ya los templados ojos,
el silencio abroncado,
la garganta limpia,
lejos todo.
Propósitos y buenas intenciones
se ahogan por la culpa
de nadie.
Callan los desamparos.

14 de julio de 2006












No podría abandonarme
en la blancura dulce
del agua en calma,
no tendría la dicha adecuada
que me encontrara solo
en el porvenir de la transparencia
ni sabría por qué
me ciegan tanto y tantas veces
las ansias amables.
Compensaría, en cambio,
ser aire insípido perdiéndose
en vientos y barrancos,
sin espera ni demora,
un único y sereno cuerpo
que comprenda el aliento,
borre las huellas
y se abandone en la muchedumbre.

11 de julio de 2006
















Un pedazo de tierra
ahogaba el recuerdo.
Qué horrible escondite
ardía para nada,
cómo se suplicaba el indulto,
cómo,
en un momento apenas tiempo,
se azotaban los cuerpos
en los resquicios de la honra.
Una llave concluía
el infortunio heredado
y olía a vergüenza
en los rostros que miraban.

6 de julio de 2006















Pongo el sacrificio
en la sacudida luz del tiempo
con el propósito herido
y las hojas esparcidas
entre bosques aún colmados.
A este lado es la paz
un desierto sacrílego
y ha de venir una compostura
que cierre las puertas
de tanto templo derruido.
Consumación vertida
y huerto yermo
en la tierra mojada.
El mismo barro de siempre,
los mismos charcos.

5 de julio de 2006

3 de julio de 2006
















"el quijote"
autor: Alberto Martínez



Soberbias e impacientadas
las urgencias me intimidan,
fotografían con pesadumbre
colores pálidos desconocidos,
rastros anticipados donde hubo
música a escondidas
y respiración serena.
Vienen a por el eco derretido
quebrando astillas,
cayendo como tormentas
sobre un campo ya aniquilado.
Me acusan de ceguera
sólo por no querer abrir los ojos.