
Ahora ya sin urgencias,
cada día repitiéndose idénticamente,
los sabores acostumbrados
en el paladar imposible de la prudencia,
el tacto de piel anestesiada,
el color sin matices,
con menos certezas
y siendo todo más cierto,
ya tengo motivos
para borrarme de mis propios planes
y recuperar la respiración de la boca
que nombra y nombra
y sólo dice.
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