29 de marzo de 2006
Ahora que en la esperanza
el tiempo abrasa
y sosiega el aire entre los comienzos
de nuevo emergidos,
con la fuerza de una ansiada causa
y el desatino de los misterios
sofocando tanta fiebre,
desbordando las esperas
y saqueando la paciencia,
ahora que aprendimos por fin
las leyes secretas de los durmientes
y accedimos a alumbrar otras angustias
y perdimos el miedo
y lo recuperamos,
ahora tan solos,
tan amables en las formas
como pobres en el apetito,
quisiera perder la razón
y desembocar en la incertidumbre
para confiar de nuevo en la inocencia.
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