31 de enero de 2007
















Un único compromiso puede invertir
el natural transcurso del sentido común,
suponer un desaire a los deseos propios
o saturar el mercado diario de vergüenzas.
Una única aproximación al recelo
explica, sin embargo,
la condición desequilibrada de la conciencia,
un trayecto que equivoca puntos de vista
desde el convencimiento generoso
de estar practicando noblemente
el oficio de deshacer heridas
por medio de la conversión de intenciones
a un estado errante de ingenuidad
que sólo entrega el aliento
cuando puede respirar sin aire.

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