18 de agosto de 2010

"Adios, hasta mañana" de William Maxwell













Quitémosle la jarra y la palangana, ahora secas y polvorientas. El establo donde los gatos, sentados en fila, esperan con la boca abierta a que alguien les dé un chorro de leche recien ordeñada. Quitémosle la cuadra también, el olor a heno, polvo, pis de caballo y cuero viejo manchado de sudor, y ver la lluvia cayendo en los campos arados tras la puerta abierta. Si le quitamos todo esto, ¿qué le queda? Ante tamaña privación, ¿de qué sirve pedirle que siga siendo el niño de antes? Sería casi mejor que empezara una vida nueva convertido en un niño distinto.

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