Ceden las manos
a la espera de un tiempo
que obligue a necesitar otras fuentes
en un movimiento alumbrado
por la débil confirmación
de un sustento remoto
donde ni fe, ni coraje impidan
la llamada que bebe de los mismos contagios
que utilizamos ya en el apagado fuego
de las manchas perdidas.
28 de septiembre de 2009
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