Desde tan lejos
puedo aprender a encontrarme
en las intermitencias de lo íntimo,
vigilado como si acabara de renunciar
a la memoria de las pérdidas
pese a no haber acabado con la agónica esperanza
de desaparecer siempre que vuelvo
de lugares que no conozco
o de tiempos que no comprendo.
Puedo interpretar las costumbres
aunque todo quiera convertirse en recuerdo,
como si ya las paredes hubiesen hablado
definitivamente y sin remedio
y no haya espacios que construir
ni paciencia que defender.
Pero el miedo reitera una intemperie
que procura voces que no distingo.
15 de enero de 2009
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