Estaba el rostro,
bajo una lluvia de ausencias su rostro
consumiéndose en el umbral de la luz escondida,
en el otoño de los olvidados,
al norte de los destinos extinguidos,
allí solo
su rostro se perseguía a sí mismo
por una memoria llena de rastros deshaciéndose
entre el tumulto de los acontecimientos
y el indefenso abandono.
Perseguía el ruido y la voz
de los espejos sumergidos,
el calor único
de lo que no se recuerda.
4 de diciembre de 2008
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