Una vez más
se han olvidado los ojos
de escapar a la luz de las imágenes
mientras se humedecía el salitre
en el contorno invisible de las cerraduras
y abría puertas la distancia
y compraba tiempo la noche.
Otra vez el mismo nombre para la promesa,
cuerpos y sombras en júbilo,
un aliento de más comprensión
que la ignorancia insípida
del conocimiento ufano,
un montón de ropa vieja
bajo la escalera del último piso
esperando que alguien la recoja
o la esconda.
31 de marzo de 2008
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