
A pasos desorientados
va adquiriendo el derrumbe
un aspecto reconocible
y un olor de heroica putrefacción.
Ese perfume se impone al tacto
en los calendarios unánimes
y en el secreto de las compensaciones inmediatas,
y todas las tolerancias se desencuentran
con puntualidad nerviosa.
Qué absurdo el merecimiento
si la necesidad es culpable por humana
y la dicha imposible por ajena.
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