7 de noviembre de 2006

Concierto de Jonathan Richman en Santander



Cuando acudes a un local a tomarte algo y al entrar te das cuenta de que hay alguien al fondo tocando algo de música entre los ruidos y las conversaciones, sueles sorprenderte para bien y el ambiente resulta agradable. Cuando acudes a un concierto y al entrar te das cuenta de que hay alguien al fondo tocando algo de música entre los ruidos y las conversaciones, sin posibilidad de acercarte más, sorteando camareros, lámparas y barras repletas de gente, entonces la sensación es bien diferente. Eso es lo que ocurrió en el concierto de Jonathan Richman, aunque llamarlo concierto se me antoja bastante pretencioso. Porque cuando vas a un concierto esperas que al menos puedas ver y oír con mediana claridad. La culpa posiblemente sea mía por acudir a un local de esas características pretendiendo lo que de sobra sé que no puede suceder en ese lugar.

Y así nos intentamos apañar entre tanta dificultad. Pero claro, teniendo en cuenta que además el protagonista del concierto estaba solamente armado con una guitarra acústica, una batería que funcionaba como fondo de las canciones y una serie de cachivaches y cascabeles a los que Jonathan Richman recurría constantemente, eso sí, abandonando la guitarra en esos casos, no fuera a ser que tanto despliegue musical, rebasara el límite de decibelios permitido, pues la tarea resultaba un tanto desesperante. Afortunadamente, la sala estaba llena de antiguos aficionados a la música que para gloria de todos ellos, se encontraron de nuevo tras varios años de reclusión y pudieron sacar los vinilos legendarios unos días antes para rememorar aquellos años y, sobre todo, demostrar su buen gusto musical no sólo a sus antiguos conocidos, también a los que por allí pasábamos y con la mano detrás de la oreja para distinguir a duras penas el sonido de las canciones, escuchábamos atónitos tanta leyenda juvenil y tanta sabiduría callejera.

A todo esto, el de la tarima, demostraba que ha abandonado su línea más naif para convertirse voluntariamente en un friki. Atrás han quedado los diferentes registros de sus primeros años con los Modern Lovers, ahora con un sonido ya bastante consolidado que resulta bastante sencillo y desprotegido, se ha convertido en todo un personaje autoalimentado por él mismo. Sus canciones sonaban como melodías frágiles en las que no faltaba una buena dosis de humor. Sus bailes eran esos que hacen los que nunca bailan, pero ya muy ensayados. Cantaba en italiano, en inglés y en un castellano de andar por casa. La mayoría de los temas que tocó pertenecen a su último disco “Not So Much to Be Loved as to Love”, aunque no faltaron algunos de los más clásicos. Pero sólo en su última canción la gente silenció sus conversaciones y sólo entonces se pudo apreciar lo que las circunstancias no nos habían dejado ver. Seguramente en un lugar decente para un concierto la sensación final hubiera sido bastante mejor.

Entre la sonrisa y la patada en el culo.

1 comentario:

Those who wish the thanatha dijo...

se me encoje el corazon al volverme un poco empatico(cosa arto dificil en esta sociedad y k ultimamente me cuesta asta a mi k lo llevaba a rajatabla)y pensar k kojones se le pasaria a mr j. richman x la cabeza.m parece una falta de respeto terrible x parte de todo el mundo el no respetar a un musiko mientras nos desvela sus sentimientos(aunk le paguen x ello ta claro).si no kieres oir el concierto pirate a otra var y fuera no ay + xo respeta a la gente k se acerca a ese var x el concierto,respeta al musiko y sobretodo respetate a ti mismo manteniendo ciertas normas cívicas k no cuesta tanto.la gente deveria lavarse la cara x las mañanas tomarse un café bien cargado y salir de casa pensando en uno mismo xo tb en las de+ personas k le circundan.
ALGUIEN PENSARÁ EN ALGO + K EN SI MISMO?