7 de diciembre de 2010

"Villa Triste" de Patrick Modiano













Salir de nuevo al aire libre me suponía un alivio. Volvía despacio hacia Carabacel por la avenida de Albigny. No he vuelto a ver noches tan hermosas, tan límpidas como las de entonces. Las luces de las villas de las orillas del lago deslumbraban la vista con su resplandor, en el que yo notaba un algo musical, un solo de saxofón o de trompeta. Me llegaba también, my leve, inmaterial, el rumor de los plátanos de la avenida. Esperaba el último funicular sentado en el banco de hierro del chalet. La sala de espera no tenía más luz que la de una lamparilla y me deslizaba, con una sensación de confianza total, dentro de aquella penumbra violácea. ¿Qué podría temer? El ruido de las guerras, el estrépito del mundo tendrían que atravesar, para llegar hasta aquel oasis de vacaciones, un muro de algodón. ¿Y a quién se le iba a ocurrir venir a buscarme entre estos veraneantes tan distinguidos?

No hay comentarios: