13 de noviembre de 2007

Una mañana

Hoy amanece más tarde de lo normal sin motivo aparente. Como no sueles confiar demasiado en tus apreciaciones y recuerdas algunas resacas de ilógico despertar, no le das importancia. A media mañana el sol se enciende por fin. El mundo recupera una normalidad que, por otro lado, tú no habías perdido y como no había preocupación, ahora tampoco hay alivio.

Algo más tarde sientes curiosidad, necesitas una explicación. Sales a la calle y caminas acercándote a las conversaciones de los extraños. Nada. Entras en los bares. Nada. Defraudado vuelves a casa. Con urgencia enciendes la radio y recorres las emisoras. Nada. No quieres preocuparte, pero que nadie mencione el tema comienza a desesperarte. Algo así es más llevadero si puedes compartirlo, si se convierte en anécdota colectiva y se acaba banalizando infinitamente en conversaciones idénticas.

Has intentado pasar la tarde como si tal cosa. Te han llamado por teléfono y al reconocer una voz amiga has creído que inevitablemente acabarías hablando del incidente, pero no ha sido así y como no querías parecer un chiflado, has empezado a dar rodeos haciendo preguntas extrañas e insinuaciones que han acabado con la paciencia de quien te escuchaba, que, incrédulo, te ha despedido con un déjame en paz que ya te estabas mereciendo. Al colgar te das cuenta que has acabado hablando con un tono de voz bastante elevado y empiezas a creer que todo esto se te está yendo de las manos. Así que te tumbas intentando calmarte aunque a estas alturas ya sabes que no vas a poder pensar en otra cosa. Intentas dar algún sentido, ya no al hecho en sí, sino a la ausencia de repercusión en los demás. Te planteas que tal vez todos están pasando por lo mismo y que callan por vergüenza o temor, al fin y al cabo es algo que ocurre constantemente. Se te pasa por la cabeza que quizás la realidad se ha mezclado con algún sueño o pensamiento, o bien con algo que has visto en alguna película o escuchado en alguna historia. Pero ha pasado muy poco tiempo para tal confusión. Te estás poniendo nervioso, sientes tensión en las manos y empeoras cuando te descubres muy lejos ya de cualquier razón, ahogándote en excusas que hace unas horas te habrían parecido una estupidez.

Ha anochecido. No has comido en todo el día. Estás agotado. Casi tiemblas. Sólo te preocupa qué es lo que va a ocurrir mañana, en qué momento va a amanecer y en el caso de que todo vuelva a la normalidad, si tú serás también el mismo, si podrás olvidar todo este día. Crees que estás a punto de volverte loco, pero te duermes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Exacto. Y después de amanecer sentir el miedo porque, de verdad, los demás ya no te reconocen. O peor, darte cuenta de que tú mismo ya no te reconoces. Entonces, ¿quién eres? Creeme, oji, esto casi me ha pasado, pero digo en realidad, dos veces.


Julio.

Anónimo dijo...

hazte ver
creeme