31 de octubre de 2007

Acudo a los rumores domésticos
y me tumbo en la arena nocturna
a dibujar despreocupados descansos
y equilibrios sin sofoco.
Habíamos encontrado el momento
de cada respiro necesario
y todo lo aprendimos sin misterio,
acariciando las esquinas desconocidas,
acostumbrando el tacto
a la luz temblada de la respiración.
Cuando lo recuerdo,
pienso en las manos desprotegidas.
No me acostumbro al invierno.