27 de diciembre de 2006


Ahora que me sorprendo acechando
los recorridos antiguos del tacto
y conozco mejor algunas conclusiones,
ahora que comparo abrazos dolidos
y creo no reconocerme en esos apurados cuerpos
sin conciencia de haber inclinado
el destino correctamente,
comparto con ese triste lamento
la misma música sin baile
y la misma ingenuidad atroz.
Tarde encuentro la calma.
Lejano ya aquel tiempo
sólo las destrezas inútiles
confían en las sentencias
que han ido almacenándose
en los recovecos de la sed.

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