Es imposible adivinar el final de una historia mientras la estás viviendo; carece de contornos y se constituye como una serie de palabras y datos incipientes y, para ser sinceros, nunca recuperamos toda la información de aquello que fue. La mayor parte se esfuma. Sin embargo, mientras estoy aquí sentada frente a mi mesa intentando recordar aquel no tan lejano verano, sé que hubo acontecimientos que influyeron en su desenlace. Algunos destacan hoy como los accidentes geográficos de un mapa en relieve, pero por aquel entonces yo era incapaz de percibirlos porque había perdido la perspectiva de las cosas inmersa en la monótona rutina que suponía vivir la vida como una mera sucesión de instantes.
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