14 de febrero de 2011

"Los once" de Pierre Michon













Era de corta estatura y reservado, pero llamaban la atención su silencio febril, su buen humor taciturno, sus modales, ora arrogantes, ora sesgados, hay quien dijo que torvos. Eso es al menos lo que aparentaba ya entrado en años. Nada de eso se ve en el retrato que, en los techos de Wurzburgo, precisamente en la pared sur de la Kaisersaal, en la comitiva de bodas de Federico Barbarroja, dejó de él Tiepolo, cuando contaba el modelo veinte años: ahí anda, a lo que dicen, y podemos ir a verlo, por las alturas y entre cien príncipes, cien condestables y maceros, otros tantos esclavos y mercaderes, mozos de cuerda, bestias y putti, dioses, mercancías, nubes, las estaciones del año y los continentes, que suman cuatro, y dos pintores irrecusables, aquellos que de esa forma juntaron a la gente en esa recensión exhaustiva y están, no obstante, entre la gente, Giambattista Tiepolo en persona y Giandomenico Tiepolo, su hijo. Así que él también está ahí, la tradición requiere que esté y que sea el paje que lleva la corona del Sacro Imperio encima de un almohadón con borlas de oro; se le ve la mano bajo el almohadón; el rostro, un tanto inclinado, mira al suelo; todo el busto cede y parece acompañar el peso de la corona: se doblega bajo el Imperio, tierna y suavemente.

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