Quién sabe, aquellas ausencias
que teníamos por lo incierto,
tal vez hoy no nos ocupasen
más que un silencio apenas escondido
en una penumbra que advertiría sin embargo
de la imposibilidad de retroceder
y cautivarse por otra inexistencia
de la que sacar más provecho.
Porque no hay tierra
en las palabras que aprendimos,
porque los desahucios vinieron después,
cuando ya nada existía
y levantábamos los brazos
para seguir ocultando el rostro
que nos humillaba la piel.
Nada se perderá
si las respuestas se desvanecen.
16 de octubre de 2009
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