Pensaba en poder pasar despacio, no hay vigilancia en los ocasos. Pulsaba los timbres perfectos. Acudía constantemente a los mensajeros tatuados de tinta invisible y cierta. Prometí. Fui un reclamo para los objetos, ellos lo sabían. Sabían que su existencia dependía de mis ojos, que su nacimiento sería posible si yo los nombraba. Y no me lo perdonaron. Huyeron infinitamente hacia otras viejas promesas. No creyeron en mis hombros, ni yo en ellos.
31 de octubre de 2005
Pensaba en poder pasar despacio, no hay vigilancia en los ocasos. Pulsaba los timbres perfectos. Acudía constantemente a los mensajeros tatuados de tinta invisible y cierta. Prometí. Fui un reclamo para los objetos, ellos lo sabían. Sabían que su existencia dependía de mis ojos, que su nacimiento sería posible si yo los nombraba. Y no me lo perdonaron. Huyeron infinitamente hacia otras viejas promesas. No creyeron en mis hombros, ni yo en ellos.
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1 comentario:
¡ Soledad incierta...!
¿ A dónde marcharas, cuando abran mis manos, a las manos del espejismo...?
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