Mirad cómo incendia la tarde
y cómo arruina los pies
la carne que fui.
Solía pensar en los signos
que pretenden ordenar el deterioro,
convencido de hacer del temblor
una casa y un poco de tierra.
De las ramas colgaba retales
de la fortuna futura
sin más presencia
que un montón de cartas marcadas
por la ebriedad carnal.
Cumplí con el paisaje
apurando conspiraciones en mi contra.
23 de julio de 2007
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