27 de julio de 2006
















Esta costumbre de respirar
que a menudo me despierta
en mitad de la noche extraviada,
este desconsuelo huraño
del que participo incansablemente
sin sospechar siquiera
si destino cuerdo o urgente
me espera en los atardeceres
de la contemplación vencida,
me sujeta a la tierra
con incoherentes expresiones
que ultrajan la voluntad
y magnifican la pérdida.


Creí no formar parte
de semejante desgarro
y me descubrí señalando
un horizonte sin deslumbramiento.

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