21 de octubre de 2008

a Luis Ángel

Ya no sé cuánto tiempo estuvimos
buscando el mar,
ni cómo, al final,
habitamos un lugar sin ceniza.
No puedo recordar
cómo volvimos a casa
después de haber borrado las huellas.
Se hace difícil reconocer
aquel encantamiento al que nos entregamos
escondiéndonos en una indiferencia cómplice,
perdiendo el tiempo sin confundir la razón,
sabiendo de memoria las palabras
que nunca necesitamos pronunciar.
El asombro celebrado en voz baja
guiaba las manos con aliento
por atajos de una historia aún desconocida.

Qué niebla contemplaron aquellos ojos
que no vuelve su humedad
a empapar el frío,
cómo tanta oculta presencia
ha demorado el sueño
hasta condenar el instante
a este inacabado tránsito.

Ya es penumbra y lejos
te persigue la memoria
de los calendarios acabados.
Vidas enteras querrán comprender.