El corazón helado del asombro
no bastó para cegar a tiempo
el rastro confiado que encendías.
No desencadenaste el milagro que buscabas
y todo te fue ajeno
cuando dejaste de pedir palabras
para los colores nuevos;
esquivaste los pronósticos
a fuerza de escapar del hambre
que te persigue y vela en el desencuentro.
Ahora confundes los armarios
donde guardas la ropa que no usas.
Y la piel te apremia.
Abrazas el aire
que no respiras.
19 de marzo de 2009
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