Ninguno de estos descuidos
que abandonan con celo los años extraviados
puede deshacer tanto aliento
y tanta desobediencia acercándose
a las fronteras de la piel.
La tarde viene a buscarme
por la apagada conversación de mis labios
en la que confieso la penumbra
donde ya no despierta el mar
ni a nadie convence el consuelo.
Ya no.
11 de enero de 2008
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