Muy pronto se hizo tarde
y aplazamos los encuentros deseados,
dejamos de rescatar señales
que prometimos defender
para hacer que el cielo
se volviera posible
y rozara los tejados
de los hogares comunes.
No nos dimos cuenta
de la pereza del empeño
ni advertimos el naufragio.
El desmayo que pobló los dormitorios
nos encontró con los ojos cerrados
persiguiendo océanos de sed,
incendiando cada lugar aprendido.
A veces
nos abandonamos
y nos vence el temor
de desconocer lo conocido.
22 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Muy bueno, Ojito. Goal
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