5 de junio de 2007

Todo lo guardo sin querer
en sucios cuadernos que tengo bajo llave.
Cuando me atrevo los abro
e intento poner orden entre tanta tinta inútil,
reúno la intención suficiente
para estudiar el comportamiento de las vocales
y la inclinación de los acentos,
subrayo las palabras mal escritas
por distracción o equivocado empeño,
agrupo párrafos por dolencias,
frases por caprichos.
Pero enseguida me aburro
y lo peor es que no reconozco la caligrafía,
que lo único que me seduce
es el espacio en blanco ilustrando cada apunte,
que no soy capaz de ubicar un solo punto final,
que acabo siempre mirando al trasluz los borrones,
buscando en las expresiones que taché
los motivos que sobraron.

4 comentarios:

Ignatium Regis dijo...

Golazo.

Anónimo dijo...

Casi siempre se echa de menos todo lo que no está, lo perdido, lo irrecuperable...
"Maravillas de la condición humana" ya lo sabes...
Melkorcillo

Anónimo dijo...

¿Pero este poema es tuyo? A ver, ¿qué ha pasado? ¿Dónde están los pasadizos, los túneles, las esquinas sin esquina, los bosques tupidos donde a uno le encanta aventurarse para encontrar lo inesperado y esperar lo inencontrado, dónde esos puntos de luz de algún lobo mirándote, acechándote en cada verso, en cada palabra? ¿Dónde están las espirales?


Yo también me aburro o es la poesía la que ya está aburrida de mí.


Julio.

Clamavi dijo...

Será que tengo días tontos.